Pedro Devaud: “Ni a las cosas básicas a las que todo ser humano aspira yo les daba importancia”

El piloto puconino anunció hace algo más de un mes que su nombre no estará en la ventanilla de un auto del RallyMobil este año. No sabe si podrá volver a correr después de este hiato para defender su par de subcampeonatos conseguidos en dicha competencia o su título de campeón en la Fórmula 4 […]

El piloto puconino anunció hace algo más de un mes que su nombre no estará en la ventanilla de un auto del RallyMobil este año. No sabe si podrá volver a correr después de este hiato para defender su par de subcampeonatos conseguidos en dicha competencia o su título de campeón en la Fórmula 4 argentina, aunque dice tener las ganas de volver a competir sobre asfalto.

Los sacrificios que ha hecho Devaud por competir en el automovilismo son inconmensurables y los frutos que ha cosechado han llegado a ser muy jugosos. Sin embargo, con la pandemia descubrió la oportunidad de desarrollar su vida en otros ámbitos, de cuidar su vida personal y de mirar el camino a futuro para no perderse en la incertidumbre de estos tiempos.

Hoy, con treinta años y casi 18 de ellos invertidos en el automovilismo, cumple una jornada laboral con horario de oficina, pero se permite relegar su humildad por unos segundos y afirmar: “como piloto alguna vez hice historia, en al menos en dos oportunidades hicimos actos muy muy potentes”.

– ¿En qué ocasiones hiciste historia?

«Básicamente, ser campeón en Argentina en un auto de fórmula. Yo ni siquiera corrí todas las fechas del campeonato y salimos campeones allá. Prácticamente no hay más pilotos chilenos que hayan hecho eso, salvo Eliseo Salazar en la misma categoría en el 78. Yo la gané en 2017, en mi año debut y Eliseo lo hizo en su segundo año como piloto. Fui a correr a Argentina, no conocía ninguna pista. La primera pista que fui era en Olavarría y yo nunca había estado en Olavarría. El tipo que me atendía el auto se reía y me decía: “No conoces la General Pávez en Buenos Aires?”, que es una avenida que cruza todo Buenos Aires, y yo le digo: “No. ¿Qué es lo que es la General Pávez?”.»

– ¿Cuántas carreras corriste y a cuántas faltaste?

«Yo corrí nueve carreras de once. Bueno, ese mismo año salí subcampeón en el rally y por correr en los dos torneos hubo una fecha en noviembre en la que tuve que faltar al rally para poder ir a la Fórmula 4. O sino habría terminado siendo campeón en las dos categorías».

– ¿A ti te invitaron a correr?

«Sí, me dieron una oportunidad de ir a tres carreras a un costo muy muy bajo. Allá los mismos argentinos al tipo que me invitó le decían: “qué vas a invitar a un chileno a correr acá si los chilenos no corren, allá no saben”. Y él me dijo: “yo estoy tan seguro de que te va a ir bien que con los resultados que tú vas a tener en esas tres carreras vas a motivar a la gente que te apoya allá en el rally para poder venir acá”. Y así fue. La verdad, tuvo buen ojo».

­– ¿Y qué hay de ese día en el que fuiste el primer piloto chileno en pilotar un auto de Formula-E?

«Ese es como la segunda parte más relevante o el segundo hito histórico, se podría decir, si no es agrandarme lo que estoy diciendo. Como tú lo dices, fui el primer piloto chileno en estar en un auto de esta categoría. La verdad, me habría encantado haber sido parte de la carrera, creo que me habría ido muy bien también, pero fui muy afortunado de haber estado ahí en una butaca, de haber girado en ese circuito en ese auto».

– En esa instancia sacaste la bandera chilena desde el habitáculo…

«Sí. Cuando uno gana uno saca su bandera. En su momento la saqué en Argentina también y después qué mejor que sacarla acá delante de tu gente».

– ¿Cómo te ha apoyado tu familia para llegar hasta acá?

«Si bien las lucas no las tenemos, mi papá es mecánico. Él corría en autos, pero corría en Fiat 600 en un automovilismo mucho más de dueños de talleres. Él era su mecánico, su auspiciador, su todo. Hoy en día veo más partes técnicas de los autos por lo que aprendí en el camino que hicimos juntos de preparar los autos, de ir a las carreras. Eso me ayudó a desarrollar otras habilidades de cómo sentir un auto. Después llegó el momento en el que yo me subía al auto y le decía: “hay que levantarlo de atrás”, “le falta más freno adelante”, “esa rueda está más grande que esta rueda de acá”…»

– Él te enseñó, entonces, gran parte de lo que sabes de mecánica.

«Sí y, bueno, mi papá también me enseñó a correr. Yo nunca fui a una escuela de pilotos. Nunca tuve otro piloto de más experiencia que me asesorara o me hablara con datos como se hace hoy en día, que se trabaja con parámetros, con softwares, a leer los datos del auto. Mi papá me enseñó a la antigua. Desde chiquitito mi papá me decía: “ya súbete al lado”, y a fondo en el auto. Yo no podía mirar para adelante. Mucho miedo».

– Siempre dices en entrevistas que tu equipo es “humilde” y “de esfuerzo”, pero en el automovilismo todos hacen esfuerzos. ¿Qué sacrificios hacen ustedes que otros no?

«Principalmente es que dejas todo el resto, todo lo que te puedas imaginar, desde lo básico. Yo no lo veía, pero mis amigos cercanos me decían: “tú tienes unos huevos grandes”, porque todos se preocupan de tener una casa, todos se preocupan de tener un auto para moverse en la calle, de comprarse ropa, especializarse, estudiar, hacer otras cosas y yo no.

Yo era tan cegado, quizás, en este deporte que todo lo centraba en ese lado. Ni siquiera las cosas básicas a las que todo ser humano aspira yo les daba importancia. Vendía todo lo que tenía alrededor. Tenía un gorro, lo vendía. De repente pasaba alguien cerca del taller y decía: “¿sabe qué? tengo un problema en el embrague”; el auto esperaba un poco, pero estábamos hasta las dos, tres de la mañana haciendo ese trabajo para tener esa plata porque si no lo hacíamos, no podíamos viajar, no llegábamos. Era llegar a la casa, abrir el refri’ y decir: “¿qué vamos a hacer esta semana para comer? Pucha, no sé, pero vamos a ir a correr”.

Los fines de semana con amigos yo estaba entre entrenar, preparar un auto, estudiar cómo preparar un auto, estudiar cómo maneja un piloto, dietas de piloto, buscar auspiciadores, hacer rifas, tocar puertas…»

– ¿Qué tan común ha sido eso de hacer rifas?

«No era algo muy agradable de hacer en realidad. Yo para poder correr tenía que dedicarme 24/7 a que funcione un equipo. Por ejemplo, en el rally estamos hablando de una competencia que es de miércoles a domingo, casi una semana, y necesitas alimentar a un equipo, vestir a un equipo, pagarle a la gente, pagar bencina, pagar un navegante, mecánicos, transportar un auto, los neumáticos de un auto, los repuestos de un auto y lo que te pueda pasar: puedes chocar, el mecánico se puede equivocar, puede romper una pieza… los gastos de licencias, inscripciones. El rally hoy está en un nivel tan bueno que el costo por kilómetro es muy alto también».

– ¿Cuánto es ese costo por kilómetro?

«En la categoría que corría yo, que es la R2, el costo por kilómetro es, mínimo, diez mil pesos. Eso es solamente el desgaste del auto, o sea, no es considerando bencina ni aceites ni neumáticos ni daños».

­– Tú eres de Pucón y para correr en Chile te toca viajar mucho, incluso hasta La Serena. ¿Cómo eran esos viajes?

«En todo este tema de las carreras conocimos a unos amigos… hoy en día son amigos, pero empezaron como auspiciadores. Son Transportes Betancourt, una empresa de transportes en camiones. Enganchábamos un carro con el fórmula a un camión y yo me iba con el chofer en el camión. El chofer a veces me pasaba la litera, dormía y en Santiago me conseguía una camioneta con un tío, ahí enganchábamos y me iba manejando a San Antonio o a La Serena. Lo hicimos muchas veces.

Cuando te hablo de sacrificios te hablo de viajar una noche en el camión y de que el chofer te venga hablando toda la noche porque él quiere conversar, no quiere quedarse dormido. Y tú, al otro día, tienes que estar arriba del auto para hacer los entrenamientos, hacer la clasificación y también cambiar ruedas, descargar el auto, limpiarlo, alinearlo… había que hacerlas todas con escasas horas de sueño»

– Con todo esto ¿Cuál crees que es tu mayor virtud como piloto?

«La adaptación. Bueno, por todas estas cosas que me tocó lidiar para poder correr. Me acuerdo de una carrera [en un Fiat 600] en la que se me pegó el acelerador a fondo en un entrenamiento y me salí de la pista. Ya, reparamos y después se me pegaba de nuevo. Teníamos un problema en el carburador porque era medio viejo, entonces se trababa y mi papá me dijo: “Pedro, ¿sabes qué? No lo puedo arreglar. Tienes que acostumbrarte a que se te quede pegado a fondo. No sé si no quieres correr…”. Pero ¿cómo no voy a correr? Corro.

Entonces me acostumbré a que tenía que venir siempre a fondo y cuando quería frenar tenía que parar el auto con el cortacorriente, bajaba uno o dos cambios, daba la corriente, si quería daba, cortaba, daba, cortaba. Al final parecía un payaso arriba del auto porque venía haciendo malabarismo».

– ¿Ha habido algún sacrificio que sientas que alguna vez te faltó hacer?

«Creo que siempre hice cualquier cosa con tal de estar corriendo, salvo ahora que le puse un poco stop al tema porque ya son varios años de estar así y este año dije: “¿sabes qué? También quiero tener una casa, también quiero tener un auto para irme al trabajo”, porque últimamente tenía un auto de rally con caja secuencial de sesenta mil euros y no tenía un auto para andar en la calle. Me iba en bicicleta a la pega, por darte un ejemplo».

Él es Pedro Devaud. Orgulloso de ser chileno, ha puesto su nombre en la historia del automovilismo internacional a punta de determinación y sacrificio. El automovilismo para él es una pasión por la que ha valido la pena invertir todos estos años y esfuerzos y ha sido su escuela de vida, la que le enseñó que «por más que no siempre se gana, siempre se aprende».

Soy un tipo sencillo. Cuando chico me picó el bichito de la pasión por los autos y los síntomas todavía no se me pasan. Los efectos secundarios me llevaron a estudiar periodismo. Hoy estoy acá para entregarme a quienes leen a la naranja.