No es un auto, es un Mini

[singlepic id=8043 w=600 h=440 float=none] Cuando British Motor Company lanzó en el año 1959 el Austin Mini, nunca se imaginó que medio siglo más tarde continuaría cautivando miradas convirtiéndose, con su remozada imagen en un objeto de culto. El pasado viernes se realizó el Mini Driver Training, evento organizado por Automotores Gildemeister, donde tuvimos la […]

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Cuando British Motor Company lanzó en el año 1959 el Austin Mini, nunca se imaginó que medio siglo más tarde continuaría cautivando miradas convirtiéndose, con su remozada imagen en un objeto de culto.

El pasado viernes se realizó el Mini Driver Training, evento organizado por Automotores Gildemeister, donde tuvimos la oportunidad de probar la increíble maniobrabilidad de este modelo, característica que lo ha hecho llegar al cine en dos ocasiones con la película The Italian Job, primero con el modelo original y luego en un remake en la versión actual.

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Hay que mencionar que comparar las prestaciones de un automóvil convencional y de un Mini con la misma medida es una injusticia, pues mientras nos obnubilamos en el papel con la potencia de otros modelos, el Mini con números nominalmente más modestos, gana por lejos en performance a la hora de ponerlo sobre el asfalto. Y si le agregamos conos para armar un circuito trabado, tanto mejor.

De eso se trata el Mini Driver Training, un evento donde se ponen a prueba las capacidades conductivas de los invitados y la respuesta de las distintas versiones de Mini disponibles en el país.

Fue así como tuvimos la oportunidad de probar el Mini Cooper S, de 184 Hp y una velocidad máxima de 228 km/h, y el recientemente lanzado Mini Countryman en su versión All4, el primer 4×4 y cuatro puesrtas de la familia Mini.

En el evento realizado en el Aeródromo Lo Castillo, asistimos a clases teóricas con los pilotos de rally Ramón Ferreyros y Ramón Ibarra quienes nos mencionaron los aspectos fundamentales para una conducción más deportiva y segura, para luego pasar al circuito creado especialmente para la ocación que contaba con curvas trabadas, sectores de slalom y un par de rectas donde se podía exprimir toda la potencia de estos pequeños poderosos.

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Manejar un Mini es una sensación mucho más parecida a manejar un karting que un auto de calle convencional pues es posible acercarse a gran velocidad a una curva cerrada, piser el freno en el último segundo y girar como si fueramos sobre rieles, esa característica hace que su potencia nominal se vea aumentada gracias a la sensación de manejo y la experimentación de las fuerzas G laterales.

Hay que tener claro, no es un auto, es un Mini.

“Soy un amante de los autos casi por genética y con el tiempo he aprendido de mis amigos mecánicos a desenvolverme humildemente en el mundo de los fierros. En los autos encuentro el relajo y tranquilidad que a veces se pierde con la rutina del día a día”.